Navegando hacia las ciudades sostenibles

“No es país para viejos” decía un poema del dramaturgo irlandés William B. Yeats, que a través de su pluma nos presenta un reflejo amargo y efímero de la decadencia y el deterioro físico del paso del tiempo y el avance de la edad. Yeats a través de las páginas del tiempo y su eco melancólico expresaba una realidad que hoy en día sigue latente en muchos escenarios económico-sociales; la ausencia y el olvido de las personas de edad avanzada.

Las calles de las ciudades ya no se inundan de una marea de personas con canas, arrugas en la sonrisa por los labios de vieja o conversaciones interminables sentados en bancos esparcidos por el océano de asfalto. El urbanismo y la inclusión cada vez están más lejos de darse la mano. El urbanismo está en crisis.

El mundo está envejeciendo rápidamente puesto que se estima que en 2050 el número de personas que tengan60 años se duplicará de un 11% a un 22%, siendo así la primera vez en la historia de la humanidad en la que haya más personas mayores que niños. La OMS destaca que las ciudades deben de ser amigables y responder a las necesidades de este grupo poblacional.

En el ocaso del siglo pasado comenzó a tener una cierta presencia entre las modas urbanísticas las conocidas “plazas duras”, que defendían los espacios diáfanos y asépticos apartando a un lado la esencia de un núcleo urbano dedicado a la reunión y el diálogo. El expolio de cualquier tipo de mobiliario urbano reconduciría el cauce del uso delos espacios públicos supeditando a las plazas, paseos o calles a meros lugares de tránsito.  Esta tendencia sería el pistoletazo de salida para la “arquitectura hostil”, una forma de diseñar las urbes vulnerando a determinadas partes de la sociedad; siendo las personas de edad avanzada uno de estos grandes olvidados.

Los bancos tienen una gran función social; espacios que invitan al encuentro, la conversación, el entretenimiento o el descanso creando el momento y el lugar perfecto para que pasen cosas fascinantes. No sólo es un sitio para una filosofía de vida pausada ni un privilegio para determinadas personas; sino que es como la primera fila del cine, en la que la imponente pantalla y el sonido envolvente lo dirigen los edificios y la vida que se desarrolla en el corazón de la ciudad.

La Red de Ciudades que Caminan recomienda que los bancos se ubiquen al menos cada 100 metros, el problema recae en que desde hace unos años para aquí los bancos públicos han ido desapareciendo, siendo un elemento casi innecesario. Esta filosofía “anti-confort” de planificación de los espacios consigue primar el consumo, el tránsito y el evento a la estancia, logrando así que muchas personas mayores seden de bruces contra el muro del sedentarismo al entrar en un círculo vicioso donde salir a pasear se convierte en una experiencia muy poco gratificante, ya que no existe la infraestructura necesaria para poder desenvolverse con comodidad por las calles. Las plazas y calles que una vez vibraron con la vitalidad de la experiencia humana, ahora adoptan una estética fría y estéril.

La arquitectura no solo es hostil con el entorno sino también con las personas y desde Neusus queremos poner en valor la importantísima labor social que tienen los bancos entre la población. Nuestros bancos Ágora o Neulogic consiguen alzar la bandera de la arquitectura sostenible. A través del uso de materiales reciclados, como el caucho, y su geometría modular, estos bancos no solo son lugares para estar; proporcionan escenarios para ser, hablar, reír y pasear.

En la narrativa urbana, son como el cómodo sofá de nuestros hogares, donde cada ciudadano al sentarse en ellos observa la trama de su película favorita; la ciudad desplegándose imponente y disfrutando de una película titulada: 'Este país sí que es lugar para viejos'.